By Helen Brooks, Red Cross voluntaria 

En ocasiones hasta con lágrimas en los ojos, Yesenia Miranda Meza, empleada de la Cruz Roja en el área de San Gabriel Pomona Valley, cuenta la historia de cuando su padre contrajo COVID-19 y el haber recibido plasma convaleciente llevándolo a una completa recuperación.

Su historia comienza con su padre, Jesús Miranda, un señor de 68 años, muy trabajador y dedicado a su familia.  Jesús siempre trabajó duro para cuidar a su familia, pero los roles se invirtieron cuando contrajo COVID-19 a finales de diciembre y tuvo que recurrir a ellos para su cuidado.

A sólo unos días de Navidad 2020, Jesús empezó a sentirse mal. Tenía una fiebre que aumentaba rápidamente en tan solo unas horas. Yesenia logró controlarle la fiebre, pero más tarde su padre empezó a presentar otros síntomas tales como vómito y diarrea, los cuales desafortunadamente son características semejantes a las de COVID-19. 

Todo cambió cuando el virus tomó fuerza y desapareció el color del rostro de su padre. “Es como si el virus le estuviera quitando las fuerzas”, dijo Yesenia.

Su abuela de 95 años de edad llamó desde Jalisco, México; les dijo que había tenido una premonición de que Jesús, el padre de Yesenia, iba a morir. “Tienes que llevarlo a un hospital”, dijo su abuela.

Jesús inicialmente no quería que lo llevaran al hospital, pero Yesenia lo convenció de ir a la sala de emergencias después de que un amigo le dijo, “No quieres que tu hija te vea morir”.

A pesar de la gravedad de su enfermedad, después de 13 horas en la sala de emergencias lo dieron de alta con un inhalador y unas pastillas para la tos. Yesenia se frustró con dicha experiencia ya que no parecían haberle tomado importancia al caso de su padre. Cuando su padre empezó a tener dificultad para respirar, Yesenia llamó al 911 y el personal de emergencias médicas lo transportó en ambulancia al hospital más cercano. Estuvieron otras dos horas en la sala de espera, pero ella se sentía más tranquila ya que su padre parecía estar en buenas manos. El personal de emergencias médicas la mantuvo al tanto de lo que estaba pasando con su padre durante este tiempo de espera.

El personal trató de quitarle el tanque de oxígeno a Jesús, pero las cosas empeoraron y fue rápidamente admitido. Probaron varios tratamientos antes de decidirse por el plasma convaleciente.

En ese momento, Jesús estaba listo para pasar la víspera de Año Nuevo solo en el hospital.  El plasma convaleciente era un último esfuerzo antes de la intubación.

Antes de que Yesenia se fuera del hospital, Jesús le dijo en donde estaban todos sus documentos importantes en caso de que él no regresara a casa. Saliendo del hospital Yesenia sintió una puñalada al corazón, al darse cuenta de que ésta podría ser la última vez que vería a su padre con vida.

“Todo mejoró Gracias a Dios”, dijo Yesenia pues siempre creyó que el personal médico trabajó de la mano de él. Jesús inició su camino a la recuperación tan solo dos días después. “La intervención divina y el plasma convaleciente lo habían llevado a cabo”.

Yesenia observó con alivio como su padre mejoraba y se volvía más fuerte cada día que pasaba. Ella y su familia habían estado en una montaña rusa emocional, llena de incertidumbre desde que aparecieran los primeros síntomas de su padre. Yesenia trata de no pensar demasiado en que tan diferente pudo haber terminado esta historia (y de como sí terminó para más de 500,000 estadounidenses y 2.6 millones de personas en todo el mundo). Afortunadamente, su padre tuvo una segunda oportunidad.

Al irse recuperando, su padre, un hombre callado de voz suave, se ha ido abriendo más. Yesenia dice que esta experiencia cercana a la muerte los ha cambiado, ya que les ha demostrado lo que en verdad es importante. “Tener una abuela, un padre y una madre todavía aquí conmigo”, dijo ella, le da la fuerza para ayudar a su propia familia y también a los demás.

Yesenia está muy agradecida con el donante de plasma convaleciente, que le salvó la vida a su padre; quería saber quiénes eran para poder agradecerles personalmente. Debido a la confidencialidad, no se le brindó esa oportunidad, pero se enteró de que el plasma provenía del Centro de Donación de Sangre de la Cruz Roja en Pomona.

En agradecimiento por la donación que le salvó la vida, Jesús planea donar sangre tan pronto como esté autorizado para hacerlo, con la esperanza de que su plasma pueda ser utilizado para tratar a otros.

Hablar con Yesenia me recordó que las personas que forman parte de la Cruz Roja no dejan de sorprenderme. Los Red Crossers están tan motivados en su búsqueda y misión de ayudar a los necesitados.

Yesenia es madre de tres hijos, de 24, 16 y 11 años. No solo trabaja para la Cruz Roja, también dirige su propia organización sin fines de lucro, Pomona United for Stable Housing (PUSH). La organización trabaja para prevenir la falta de vivienda y aborda los muchos problemas relacionados con la crisis de la vivienda. La Cruz Roja tiene la suerte de tener una empleada tan cariñosa, que se dedica a ayudar a los demás en el trabajo y se esfuerza por hacerlo también en su vida personal.

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